lunes, 20 de abril de 2009

En la tierra de ningún lugar: En su ausencia... (3)

Capítulo 3: En su ausencia...


No podía distinguir entre la calle correcta, la iluminación era bastante confusa en ese instante, traviesamente jugaba con sus faroles, como queriendo distraerme o perderme... no podía entender mucho ya, a lo lejos divisaba como se fundían los esquemas de la ciudad. Ahí fue cuando me preocupé realmente. Quizás lo mejor hubiese sido tomar el tren, las líneas del tren nunca se confunden, ellas sí saben hacia dónde ir.

Silencio, un ligero silencio se veía venir; lentamente avanzaba para que nadie advirtiera su presencia, sigilosamente se hacía más impetuoso, tenía que ser cuidadoso, él sabía que Alicia no era una chica fácil de tratar, cualquier paso en falso lo podía delatar y no querría tener problemas con ella. Lo mejor sería esta vez seducirla y hacerla cómplice de su engaño, hacerla amante esa noche, hacerla suya por primera vez. Tenía que barajar todas las cartas, analizar una a una las estrategias, porque esto no era un simple juego, no, las oportunidades de salir victorioso eran escasas  Aún así, el silencio no estaba dispuesto a rendirse, ni mucho menos de perder ante una niña, ante una pequeña e indefensa niña.


Decidió comenzar con un tímido susurro al oído, con un falso y vacío susurro que poco se sintió, se inclinó audazmente bajando... robándose toda su identidad, besó sus lunares jamás existentes, inmortalizó cada peca que componía ese oculto cuello, ese impenetrable y tentador cuello. Se deslizó sutilmente cada vez más seguro de sí, recorrió cada centímetro sin dejar espacio para la duda. Su amante celosa esperaba al mas mínimo tropiezo para tomar devuelta a su querido silencio, a SU amado silencio, quién se encontraba muy consciente de que sólo tenía esta oportunidad y nada más. Se mantuvo firme y continuó, sintiendo las frescas fragancias que se evaporaban de aquél inocente, apetecible y maduro pilar, siempre implacable y firme, imposible de derrumbar (todos ya lo sabíamos inclusive él pero ya era muy tarde para retroceder.)
Quizá Amapola, quizá jazmín diluido con un agrio sabor a licor fueron emanando de aquel pedestal. - ¡Rápido! todo iba muy rápido, el pulso se aceleraba, la respiración agitada se hacía insostenible, el descontrol era amo y dueño de ese palpitar- pero él la sostuvo fuertemente, la abrazó tan cálidamente que no le quedó más remedio que entregarse. Placenteramente respondió el beso más apasionado que jamás recibió, ese beso que acalló el llanto más desconsolado que alguna vez se escuchó.

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