La tarde en la que ardió...
Se había fragmentado por si acaso, por si era necesario y si acaso no alcanzaba, si acaso sus brazos no lograban expandirse lo suficiente y sus piernas no dieran abasto...
Tenía permitida tan sólo algunas cosas, justamente aquellas que serían las menos apropiadas, las otras a las que podía acceder se manifestaron erróneamente en circunstancias menos afortunadas.
Primero que todo decidió deshacerse del tiempo, quiso arrojarlo como un todo y regalárselo a aquellos que lo deseaban con frenesí, para aquellos que la vida no les alcanza y para esos otros que la vida no los alcanza (estaría demás).
Sin el tiempo y el destiempo de aliado reía, dormía, soñaba... incluso vivía.
Luego dejó trozos de piel y sus ojos, dejó sus manos... el vientre y sus zapatos.
Posaba en las tardes al sol, en las noches solía sumergirse a la luna y en las mañanas se convertía en la más apasionada amante, dejó la ironía abrazándose de la agonía...
dejó hasta el agua...
Fue entonces cuando comenzó a arder, ardió pero el miedo jamás abandonó...
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