miércoles, 11 de abril de 2012

Descripción

La gente transitaba lenta, tranquila, y yo ahí, inquieta, simulando serenidad observaba. El aire estaba tibio como queriendo la lluvia llegar, pues las pequeñas gotas regadas impregnaban ese olor a humedad. Humedad que se hacía cómplice, y envolvía aquellos edificios que parecían abandonados (y es que de algunas ventanas luces asomaban), grises la mayoría, algunos mostaza o amarillos quizás, y no de una gran altura, pero altura suficiente para recordarme que aún me encontraba sumergida en la capital, aunque debo admitir que no todos eran oxidados y malcuidados, otros ostentaban de belleza y modernidad. Ya por esas horas pocas luces quedaban, a mi derecha un farol y a mi izquierda unos arbustos, a mi derecha unas polillas chocando con el farol, y más allá otros árboles, que igual de testarudos a los arbustos insistían en mantenerse en medio de la calzada. Trataba yo de estar ahí, quedarme en esa banca la noche, la madrugada, la vida entera, mientras la gente pasaba y pasaba, unos del trabajo (el paso rápido, la camisa y la corbata los delataba), otros paseando al perro , algunos enamorados y otros, sólo pasaban. Entonces fue que creí haberme fusionado entre los abundantes edificios, el escaso cielo que asomaba, perdida en esa noche con más nubes que estrellas, cuando un ventarrón me estremeció, primero mi espalda y luego mis pies, sintieron el viento llegar desde el norte, fue una de las últimas micros que circulaban, ya era tarde hasta el ruido callaba. Como la calle era angosta, más peatones que autos transitaban. El ruido de los pasos me distraía, pero a lo lejos música también sonaba, seguramente de algún pub, o algún bar... De repente un aroma me distrae, lo inhalo una y hasta tres veces, alzo mi mirada, "Bombón oriental" contrastaba un rojo intenso con el amarillo del cartel, a su lado más pequeño "delicias turcas", quedé intrigada. Recorrí rápidamente con mi mirada, hasta que mis ojos se fijaron, allá a mi izquierda se encontraban pasteles, tortas, alfajores, manjar, ¡chocolate! me tentaban, pero las mesas y sillas que los arbustos escondían ya no estaban, una gran cortina metálica cubría aquel ventanal con aquellas maravilla, lástima no haberme dado cuenta a tiempo, lástima. Como ya era tarde el cartel se apagaba, como ya era tarde la ciudad se apagaba.

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